En Julio de 2014, en mi antiguo y extinto blog, escribí una entrada llamada ¿Dónde está la mayoría silenciosa? (más que callada está dormida) Lo escribí como un comentario a este artículo de Susana Beltrán, en el que ella lamentaba (22 de Junio, 2014)
Y créanme, tengo ganas de hablar de otras cosas, pero el proceso avanza y me está arrastrando, llevándose sutilmente mis derechos y libertades individuales en favor de un grupo llamado poble de Cataluña o país, según se mire. Me pregunto dónde está la supuesta mayoría silenciosa que no aparece cuando hay una llamada a las urnas amparada por el Estado de derecho, como las pasadas elecciones europeas.
Yo respondí diciendo que esa mayoría existe, pero que está dormida, y que perdería contra el moviment porque esos votan en masa puesto que son la política catalana. En Cataluña, si mencionas la palabra política y el adjetivo catalana, la imagen mental que te viene a la cabeza es “nacionalista.” Estamos tan acostumbrados a hablar de la política bipartidista que nos cuesta entender que, especialmente en tiempos ideológicos, la política se parece más a un vórtice que a una línea con dos polos equidistantes. Hay un concepto central, una idea, un grupo, un movimiento, o un proyecto que tiene centralidad y hegemonía. El resto gira a su alrededor y justifican su existencia por su relación con ese centro (a veces teniendo que disculparse por ello.)
Usando los datos del CEO (Centre d’Estudis d’Opinió) escribí lo siguiente:
Mirad la fila de [a favor de] “Estado independiente”. Cerca del 95% que desean tal cosa dicen que irán a votar, afirmativamente por supuesto, y únicamente algún borracho con sentido del humor dice que irá a votar que no (el país necesita más gente así). La abstención también es mínima, y solo en una ocasión llega al 5%. Ahora comparad eso con las otras formas ambiguas de “No al Estado independiente”. Entre los “autonomistas” la abstención sería cercana al 30%, y entre federalismo (que a saber qué entiende el encuestado por eso) algo menor. Además de eso hay un número considerable (casi del 10% a veces) de autonomistas que dicen que… ¡votarían que sí a la independencia! Y eso sin entrar al caos mental de los federalistas, donde habitualmente han votado más a favor de la independencia (aunque en un principio podrían haber dicho que lo eran, pero no lo hicieron) que en contra.
Y al final añadí lo que era la idea principal de mi post:
En Cataluña el interés y motivación por la política es (a) independentista y (b) catalanoparlante; y eso viene de hace años. Fuera de ese grupo el interés y motivación por la política es… escaso, por mucho que sean contrarios a (a)
[…]
Si en la web del CEO cruzáis la pregunta 39 [si iría a votar a un hipotético referéndum] con otra como la de qué idioma se usa en casa, el interés en política, etc. veréis un resultado preocupante, que la población castellanoparlante (la más No independentista y que NO ve TV3)y la que se identifica como “sobre todo español” es a su vez la que se identifica como menos interesada en la política. Esto explica (dentro de Cataluña) también en gran parte lo que Beltrán se pregunta.
En otras palabras, en Cataluña, interesado por la política = interesado por el nacionalismo. La idea de alguien independentista o nacionalista que no fuera a votar o no siguiera la política era (y es) absurda. Por el contrario, si alguien te dice que “no me interesa la política” es difícil saber de qué “lado” está, pero es casi seguro que no del nacionalista. Esa es la clase de gente que, cuando sale el tema, suele pedir que por favor se hable de otra cosa y que están cansados. No suele ser “equidistancia”, aunque se disfrace como tal para no atraer la ira de los procesistas, es un no implícito (como demostraré ahora.)
Pero es ocurrió en 2014, y yo tenía en mente el famoso 9-N, ahora olvidado y arrojazo al basureroo de la historia para que la gente no se acuerde que hace años hubo otro referéndum, donde se pudo votar, y que el separatismo perdió igualmente por falta de participación. Los datos me daban la razón entonces, pero es fue antes, y las cosas han cambiado.
Dos años después, en este blog, escribí un artículo titulado ¿Qué ha conseguido el Procés? Creo que los 17 puntos que dije entonces siguen siendo verdad ahora, pero dos muy relevantes para los últimos acontecimientos son:
3. Dar confianza al “españolismo” para que salga del armario.
17. Romper Cataluña
Eso es lo que ocurrió entre 2014 y 2017. Y aquí está la prueba que, además, explicará qué es lo que al final ha conseguido El Procés:

Creo que hubo un cambio metodológico cerca del 2014, lo que puede explicar el brusco cambio, pero en cualquier caso el resultado diría que sigue siendo cierto. A partir del 2014, el Procés forzó a ese grupo que yo he denominado como “no implícito”, junto al resto del españolismo, a empezar a moverse. La columna de abstención/Abstain (opción que dejó de presentarse, por lo que parece) cayó en picado desde el inicio del hervor separatista.
El independentismo se ha estancado y no ha variado mucho en los últimos tres años, ronando el 45%. Ya sabemos cuántos son, pues se ha preguntado TRES veces. Pero mientras eso ocurría, mientras el Procés seguía alargado el tema esperando un milagro o una intervención de Europa, el bando contrario, la mayoría dormida, empezó a despertarse. Ya no hay abstención, apenas hay gente que te diga “no lo sé” y quienes te lo dicen, si un día tuviera que votar, votarían no, por simple conservadurismo. Los del sí ya están contados y son todos lo que habrán salvo algún cambio extremo.
Así que eso es lo que ha conseguido El Procés: sacar el sentimiento español del armario y poner en riesgo la hegemonía política del nacionalimso catalán. Cuando hace años una manifestación masiva con banderas españolas (más allá de por La Roja) era impensable, ahora no es solo posible sino inevitable.
Así que, a los líderes del Procés os digo que… ¿Buen… trabajo?