En los últimos años me he metido en muchas controversias y “fregaos”. Yo no soy precisamente un paladín del centrismo y de la normalidad, y buena parte de mis ideas son prácticamente extraterrestres, pero he tratado con gente que me ha hecho llevarme las manos a la cabeza… y darme ganes de abrirme los sesos y arrojar lo que por allí encontrara. He conocido toda clase de locos, fanáticos, monomaníacos e ideológos, y he visto como la sociedad les recompensa justamente por que esas son las características que se seleccionan y premiam. Mi natural misantropía se ha elevado peligrosamente como resultado. No obstante, hay un grupo que es especialmente atroz por lo agotador y lo surrealista que es intentar hablar con ellos: el Procesista convencido.
No es que sean violentos o tan siquiera especialmente peligrosos. Sulen ser “buena gente” como se suele decir, algunos puede que incluso demasiado buenos, pero son agotadores y su gaslightning induce a la depresión existencial. He tratado con toda clase de pájaros en mi vida, tanto real como virtual (y algunos podrían decir que yo he sido uno de esos más de una vez) pero creo que el Procesista se lleva el premio por ser especialmente molesto. Creo que las últimas notícias sobre padres encerrados en colegios con sus niños es la metáfora perfecta de lo que quiero decir: mendacidad como sustancia, e inocencia y buen-rollismo delante como escudo y máscara.
Tras años de salir corriendo al vislumbrar cualquier debate on-line sobre el tema, hoy caí en la tentación y comenté el tema en un foro en el cual la lengua principal es la inglesa. Vivimos en una aldea global (o una comunidad de vecinos histérica y global, depende de como se mire) así que naturalmente había procesistas, y sólo me han hecho falta unas pocas horas para darme cuenta de por qué había dejado prácticamente de escribir sobre el tema. Admiro a los que habéis aguantado años con el asunto y no os habéis vuelto locos.
No obstante, también me ha hecho pensar y darme cuenta de seguramente debería volver al tema. Quizás sea masoquismo, pero aún tengo cosas por decir, y cosas que iba a decir pero no dije.
El Procés se “acaba” (tanto como un Uróboros ideológico puede acabarse, claro está) y ahora toca diseccionarlo y mostrar el cadáver. O el zombi, en este caso, pues seguramente seguirá moviéndose durante un tiempo. Toca la fase Post-Mortem.
Por mi parte, más artículos acerca de la turbulenta situación catalana serían bienvenidos. Nunca sobra el testimonio sensato de alguien que, por vivir el culebrón desde dentro, puede ofrecer una versión fidedigna y reflexiva de los hechos.
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