Imagina que esta historia es real:
Andas tan tranquilo por la calle cuando un tipo, sin razón aparente, empieza atizarte a ti y a otra gente que pasa por allí. Mientra lo hace chilla algunas consignas que lo identifican como miembro de un grupo, y en el fragor del momento, mientras estás en el suelo recibiendo una tunda, se te escapan algunos insultos sobre la madre del desconocido, su etnia, raza, y especie. Luego, cuando llega la policia, le das la descripción del apalizador, y entonces el agente resopla.
“Sí, no es la primera vez que ocurre. Son miembros de un clan muy extendido, y algunos están un poco ‘pallá’. Tampoco ayuda que muchos de sus familiares ven con buenos ojos esas acciones o no lo consideren muy grave. Puede que el 20-40%, según diversos estudios y según el lugar.”
Buenos, como mínimo sigues vivo, pero para tu desgracia, mientras estabas siendo apalizado -y luego mientras os descargabais por lo ocurrido- un periodista os estaba grabando. Luego el mismo periodista también sigue vuestras, y las de otras personas, reacciones por las redes sociales.
Esa noche, aún molido, enciendes la televisión, esperando encontrar un poco de apoyo por parte de las cabezas parlantes y políticos por lo que te ha ocurrido. A veces te ponen de los nervios, pero ahora mismo necesitas ver que a alguien con autoridad le importa lo que te ha ocurrido. Para tu horror y asombro, lo que escuchas de parte de tu presidente es esto:
“Hoy, más que nunca, hemos de lucha contra toda clase de extremismo, venga de donde venga. Nuestra tierra es una tierra de tolerancia y acogida.”
Luego, los periodistas muestran las reacciones de ira, insultos y demás, que tú y otra gente soltó: “Una vez más, hemos de estar atentos ante cualquier forma de odio que estigmatice a este grupo.” Parece ser, no obstante, que la paliza que recibiste no es considerada una forma de odio y estigmatización.
Esta pequeña historia no es tan absurda como pueda parecer pues de una forma u otra ha ocurrido repetidamente en los últimos años. La escribo hoy no por un detonante concreto y más extremo de lo normal, pues los ha habido peores, sino para señalar lo común que es. Es una cantinela que se repite siempre, y hoy se ha vuelto a decir:
“El jefe del Ejecutivo ha manifestado que ‘hemos de estar permanentemente atentos ante cualquier brote de crecimientos de las fobias contra la diversidad religiosa’ en alusión a la islamofobia a la vez que ha lamentado en este sentido ‘tristemente, siempre están en riesgo la libertad religiosa y la libertad de todos los ciudadanos.'”
Para ser justos, la frase es lo suficientemente ambigua como para interpretarse a la inversa, pero… es poco probable. Es la historia de siempre: hay un grupo que tiene algunos miembros (más o menos, pero con bastante apoyo moral) que atenta contra la libertad, vida y derechos de otros grupos. Ese grupo nunca es mencionado, y si lo es, es como víctima (y no una más, sino a veces la peor de todas.) Y nunca es un extremismo que mata, es “cualquier clase de extremismo”, como si los budistas, mormones o anglicanos fueran igual de peligrosos. “Cualquier X”, debería existir un nombre específico para esta común excusa política. ¿”Cualquierismo”?
Entonces vas y preguntas qué se hará con las muchas (unas ochenta) mezquitas salafistas que hay en nuestro país, una pregunta que trata explícitamente sobre seguridad, y se te suelta que hay que tolerar todas las confesiones. Tres veces. Porque, verás, no tienen “nada” que ver con el terrorismo. No “hay que vigilar, pues no todas son lo mismo y esto es un trabajo policial” sino “nada“. Al final tú x-fobia tendrá más que ver con el terrorismo que la propia religión, ideología, y concepción del mundo del terrorista.
La harmonía y todo eso está muy bien, pero el problema es que hay otros que no lo ven así. Se necesitan dos para la paz, pero sólo uno para la guerra. Hay algunas personas que pueden estar un poco cansadas de que cuando les den una paliza luego les digan que es culpa suya o que los familiares del apalizador son las primeras víctimas.
La eterna pregunta ¿se puede luchar contra el terrorismo sin deslegitimar las ideas que, en sí mismas, contienen el germen de la violencia? Está bastante aceptado que no en el caso de la violencia machista, en la que se pretende combatir, no ya la ideología, sino algo tan difuso como el heteropatriarcado pero en el caso de la religión y el nacionalismo, cuando causan violencia, la condena es a “todas las violencias vengan de dónde vengan”. O sea nada. Nadie dice, y si lo dijera sería linchado, una estupidez semejante referida a la violencia machista.
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Nunca se me había pasado por la cabeza lo de la violencia machista. Bien pensado.
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