Política identitaria.

Puede que no se me crea, pero estoy seguro que el gráfico político que copiaré a continuación es uno de los más importantes que verás jamás.

política identitaria

                                   Fuente: “Yes, the SNP really is a faith-based party peddling miracles

(% de gente que está de acuerdo con “cuando alguien critica mi partido, lo siento como un insulto personal)

SNP: Partido Nacionalista Escocés.

¿Alguna vez te ha dado la impresión de que es imposible hablar con miembros de ciertos grupos, partidos, o ideologías, que cuando se les dice algo que va en contra de sus ideas, estallan? Ahí tienes la explicación. Eso es política identitaria, es decir, la ideas políticas como autoestima individual y grupal: Tú autoestima y visión de uno mismo están necesariamente alineadas con los intereses de partido/grupo. Los ataques al grupo, en abstracto, se sienten como personales, como un insulto directo. Por lo tanto, una crítica al partido no es realmente una crítica únicamente al partido como un medio para un fin, sino un insulto a la persona que cree en ellos, como quien te insulta a la madre, o se mete con algo inseparable de ti mismo.

Hay que señalar que los insultos se suelen clasificar en cuatro clases: sexuales (mariquita, zorra, cerdo), defecto físico (feo) , defecto psicológico (imbécil, retrasado…), familiares (hijo de… etc.) Supongo que también se podrían añadir los raciales. En cualquier caso, como se ve, todos hacen referencia a algo que no se elige, que poco se puede hacer para arreglar, o que se te engancha de mala manera. Forma parte de ti y, por lo tanto, mofarse de ello duele. Atacan a la propia imagen, honra, etc.

Por supuesto, ya que “el ladrón cree que todos son de su condición,” el que sufre de política identitaria ahora dirá algo como “pero es que todo el mundo es así,” que es similar a aquello de “pero es que todo es político” o “todo es ideología, y no tener ideología es una postura ideológica.” Es eso es falso, y un ejemplo lo confirmará:

Imagina que te presentas como político con un programa que pretende reformar la administración pública, especialmente sanidad. Te presentas como alguien que quiere racionalizar ese sector y propones, qué sé yo, que los proyectos públicos presenten un informe que defina de antemano los criterios de éxito y fracaso. Ahora supón que alguien de fuera de tu partido te informa de que hay un error en tu plan, y te explica cómo, por qué, y cómo mejorarlo. ¿Cómo te tomarás eso? Bueno, quizás te dolerá un poco, pero si no te ha insultado y tienes una personalidad más o menos estable, no te lo tomarás muy mal y, de hecho, puede que aceptes sus mejoras (o se las robas y dices que siempre fueron tuyas. No he dicho nada de que el no-identitario tenga que ser buena persona :b). ¿Por qué? Por que esas mejoras son un medio para un fin. Te han criticado una herramienta, una tecnología que sirve para ALGO (por decirlo de algún modo). Fastidia, pero no es el fin del mundo y, al final, estarás agradecido.

Ahora bien, supón que criticas las creencias de un nacionalista escocés. ¿Cómo crees que se lo tomará? Como algo personal, porque la política es identitaria, y la identidad es un fin en sí mismo. La independencia, los referéndums, las políticas, incluso algunas leyes, etc. Eso son los medios, y por eso se pueden cambiar, mutar, retrasar, o ignorar según las necesidades (no individuales claro, sino lo que diga el partido o el creador de opinión.) Por eso en Cataluña un nacionalista puede decir una cosa un día y al siguiente la contraria, porque lo que importa es la autoestima nacionalista, la ilusión, la inercia del movimiento. Lo que importa es mantener esa imagen y convicción difícil de definir de estar haciendo historia, o estar en una especie de revolución casi permanente. Una política puede dividirse, puede modificarse, puede arreglarse, pero no la identidad. Arreglar una política es como arreglar un coche, fastidia, duele, es caro y el mecánico puede reírse de lo mal que tienes tu coche, pero se puede hacer. Arreglar una identidad es como pedir a alguien que arregle su homosexualidad, y los ataques a la identidad se entienden, naturalmente, como que alguien está negando tu ser. O, como se dice aquí, “ens volen residualitzar.”

Uno puede entender que otra gente tenga otras ideas políticas si asume que son medios distintos para fines similares o distintos, pero no antagónicos, y que, además, hay un fin superior compartido; que en realidad todo el mundo está jugando, en cierto modo, al mismo juego. Yo puedo tener ciertas ideas o creencias sobre la economía, pero si alguien me demostrara que están equivocadas y que en realidad causan sufrimiento y dolor, pues las cambiaría aunque al principio me doliera (pues esas políticas apuntan a conseguir algún fin, como reducir la pobreza o algo así.) Ahora bien, dile tú a un marxista ortodoxo que lo suyo causa mucho dolor y sufrimiento. ¿Cambiará? No. Lo racionalizará, e incluso si lo admite lo racionalizará diciendo que vale la pena para un futuro mejor, que en realidad es algo temporal, que es injerencia de las potencias capitalistas, etc. Lo que sea, pero jamás admitirá que hay algo mal en sus políticas porque son parte de su identidad, que es el fin en sí mismo. Y si al final cambiara alguna de ellas, siempre será capaz de racionalizarlo con las anteriores, retorciendo la lógica de mala manera hasta que cuele que el giro de 180º sigue siendo una línea recta.

A aquel que posee una identidad política muy fuerte le cuesta entender por qué el resto de la gente no es cómo él, o cómo pueden existir “moderados.” La oposición se ve naturalmente como “el otro bando,” como el reflejo de su propia identidad. Así, un nacionalista catalán creerá que los que se oponen a él son “españolistas” o nacionalistas españoles (incluso aunque crean que no,) pues le es difícil entender que hay gente que no juega a ese juego identitario. Aunque claro, más que un juego es una lealtad.

 

 

 

5 thoughts on “Política identitaria.

  1. Me parece que existe una conexión bastante clara entre tu artículo y el mío sobre los periodistas y la crítica a la secesión: si formulasen algún juicio crítico, se estarían cuestionando a ellos mismos. Exactamente lo que dices.
    De hecho, ya estoy pensando cómo enfocar algo que apunto: lo que les duele cuando quien formula la crítica es alguien que consideran a priori “de los suyos”.

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  2. Juanmari

    Supongamos que además de esa pregunta hacen otras dos, la primera sobre la racionalidad y una segunda sobre la ética (en el sentido que solemos darle a “humanidad”) de quien discute nuestras ideas. Como hipótesis, creo que los liberales darían un alto porcentaje de convencidos de que quien les discute es un irracional. Del mismo modo planteo que los izquierdistas pensarían en un alto porcentaje que quien no comulga con ellos tiene un bajo grado de humanidad.
    Quiero decir que el hecho de que muchos nacionalistas se sientan insultados es una manifestación de una idea más general y que tiene que ver con el escaso aprecio que las ideologías demuestran a la pluralidad. En los nacionalistas se muestra sintiéndose ofendidos porque su ideología se construye desde el sentimiento. Los liberales construyen su ideología desde la racionalidad, por eso su reacción es la arrogancia intelectual. La superioridad moral de la izquierda sería la exteriorización del mismo fenómeno. Es sólo una hipótesis pero me gustaría que se hicieran esas otras dos preguntas.

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