Decidir y nacionalismo

Contrariamente a lo que pueda parecer, ‘nacionalismo’ no es una palabra, es un verbo. Evidentemente, sé que gramaticalmente es un sustantivo, pero lo que quiero decir es que su esencia está en hacer algo. No es un objeto que se defina, es una acción, como una conversión religiosa, es algo que se hace a algo. El nacionalismo no se estudia; se hace, nacionalizando, creando conciencia de nación en la comunidad, etc. Una piedra es una piedra, sin necesidad de que haya alguien para arrojarla, pero no hay nacionalismo sin el proceso de nacionalizar.

Nacionalizar es crear una identidad colectiva, pero no una nueva similar a otra que había antes, sino superior, por oposición y que sirva como justificación para muchas más cosas. El nacionalismo, al al igual que otros -ismos, ubica su objeto preferido (la nación, en este caso) en la cima de toda decisión social, como fin, causa y justificación. Eso es diferente de alguien que, sencillamente, se siente X o Y por haber nacido en un país. En tales casos, ese sentimiento es de pertenencia y poco más, pues no sirve como causa de todo un movimiento político ni exige al resto de la sociedad que ese sentimiento sea el tema de conversación político las 24 horas del día. El nacionalismo, incluso cuando democrático, no pretende sencillamente ser “un tema más” en la agenda política. Quiere ser la propia agenda, y que todo lo que se discuta gire a su alrededor; sea economía (“el dinero que nos roban”), historia (“los siglos de opresión”), educación (“es necesario enseñar a los niños su verdadera historia”) y, por supuesto, medios de comunicación, que son de los primeros en ser atacados.

Cuando en Cataluña (y España) dicen que el “Procés” es únicamente para decidir, en referencia a unas elecciones o referéndum, te están mintiendo. Todo sea dicho, seguramente también se están mintiendo a ellos mismos, pero en cualquier caso tú eres un objetivo más importante. ¿Por qué es una mentira? Pues porque esa decisión de la papeleta es la que abrirá las compuertas a muchas más de las que no te están informando. Como buenos trileros te despistan con una mano para que no veas lo que hacen con la otra.

El proceso catalán lleva ya como tres años en el Día de la Marmota, pero analicemos las cosas de la manera más simple posible: (1) Se desea hacer un referéndum. (2) Supón que se hace tal cosa: Si en éste vence el Sí, (3) Cataluña será un nuevo país y el problema estará resuelto, ¿verdad? No. La decisión no acaba aquí; de hecho en la siguiente decisión se muestra el deseo real del nacionalismo. No es poner un papel en una urna y que el pueblo decida. Ese es un paso previo a la decisión final individual que toda persona deberá tomar: ¿Quiero ser extranjero en el nuevo país que se va a crear?

El penoso nivel del debate catalán puede verse en este punto (y en muchos más, pero ahora no voy a crear una enciclopedia). Ha habido gente que ha hecho su carrera periodística y tertuliana repitiendo el mantra del Derecho a Decidir, que equivale a poco más que un “Porque yo lo digo y lo valgo”. Asumiré que tal derecho es cierto y, aún así, lo más importante, lo más esencial y que será la decisión última de cada individuo, ni se ha mencionado. Pues sí, porque llegará un día en el que tendrás que hacer autorreflexión y decidir si querrás ser un extranjero en el nuevo país o no. ¿Cuántas veces has escuchado a un opinador o tertuliano hablar sobre esto? Yo ninguna, únicamente estos últios días antes de las elecciones del 27-S se ha insinuado, pero poco más. Por tener una oposición que habla tanto de la división y fragmentación, sería lógico que se les hubiera ocurrido comentar el tema que justamente trata de eso.

Me explico: Supón que Cataluña (por el método que sea) se transforma en un Estado independiente. Me da igual si eso te parece bien o mal, sencillamente, asúmelo a efectos de hipótesis. Ahora, supón que el Estado español tampoco pone muchas trabas. Lo mismo que antes, sencillamente asúmelo. De acuerdo, en esta situación tenemos una hipótesis muy cercana a los deseos del nacionalismo catalán: una separación sin problemas  y que todo va bien. Desgraciadamente, en este punto es donde se acaba nuestra imaginación colectiva y el debate muere. El problema es que la realidad no se acaba cuando tu mente no da para más. Hay, como poco, un paso más, que ya no es el Derecho a Decidir, ni la voz del Pueblo, es algo individual, intransferible, que TÚ como persona, tendrás que decidir: ¿Seré extranjero en esta tierra?

(1)Asumiendo todo lo anterior, el nuevo Estado Catalán tendrá una nueva nacionalidad.

(2) A ti nadie te puede quitar la anterior nacionalidad española. En otras palabras, Cataluña no te puede otorgar la nueva por decreto y cambiártela por la otra (la española).

(3) Ahora bien, puedes renunciar a ella al aceptar la otra, pues no hay razón para suponer que aquí todo el mundo mantendrá la antigua por la cara.

(4) Tampoco tendría sentido ser nacionalista y querer un nuevo país para seguir siendo ciudadano del otro del que, además, quieres irte muy deprisa.

(5) Quizás al cabo de un tiempo el nuevo Estado catalán y el español firmen algún tratado para la doble nacionalidad, pero eso no es inmediato ni tampoco necesario por mucho que tú lo desees.

Lo más probable, no obstante, es que sencillamente el Estado español diga que, en un tiempo dado, quien no diga lo contrario ante la embajada o autoridad española pertinente, se asume que ha renunciado a la nacionalidad española. Es lógico y hay precedentes en casos de descolonización. Suponer lo contrario, que uno únicamente debe decidir por el lado positivo catalán (es decir, el de añadir o no la nueva nacionalidad sobre una base que se mantiene) es ingenuo y muestra una vez más el narcisismo colectivo del nacionalismo, que presupone que todo gira según sus deseos y le es difícil entender que no pueda ser así.

Pero esa es una decisión personal, tuya, no del Pueblo en una votación histórica en la que tu responsabilidad se diluye entre la ilusión de cientos de miles de personas. ¿Podría el tema solucionarse pronto, tan pronto que no tengas que decidir nada y puedas ser catalán y español a la vez y así estar contento porque has conseguido una independencia con todos los beneficios pero ningún coste? Sí, podría ser, y también podría ser que te tocara la lotería, pero no es sabio esperar el mejor resultado únicamente porque sea el más deseable. Para una decesión tan importante se debe preveer lo peor -que puede ser lo más probable-, y aquí no se ha hecho nada de eso. El mantra ha sido: Todo irá bien, solo tenemos que decidir, solo es dar nuestra opinión, todo irá bien, el pueblo decidirá, etc.

Lo que he dicho es más o menos de sentido común, y un punto se infiere del otro, pero por si alguien quiere una exposición más larga y justificada jurídicamente puede ir aquí. Naturalmente, todo tiene un punto especulativo pues del tema ni tan siquiera se ha querido hablar hasta el último momento, lo que de hecho debería insinuar que si se ha evitado tanto el tema es porque la respuesta puede no gustar. Como mínimo en el lado catalán; en el español, viendo a Rajoy, ya es sorprendente que sepa de qué país es presidente.

Supongo que ahora ya se entiende un poco más lo que quiero decir. Olvida el Derecho a Decidir, olvida la Revolució dels Somriures, olvida la palabra nación; olvida todas las teorías sobre la democracia directa. Todo eso son conjuros y palabrería. Al final, estarás solo, y tú tendrás que decidir, no llevado por la ilusión del referéndum sino por la inevitabilidad final de la pregunta: “¿Querrás seguir siendo parte de este país o ser extranjero? ¿Es decir, aceptarás la nueva nacionalidad o no? Si no, si quieres seguir siendo español de nacionalidad española, recuerda que serás extranjero en la tierra en la que siempre has vivido”. Recuerda que eso significa cosas como no poder votar en las nuevas elecciones generales. Esa no es una situación que puedas obviar simplemente porque sea desagradable. El pensamiento mágico y el wishful thinking no te evitarán enfrentarte a eso algún día. Y aunque pueda llegar a solucionarse ese problema sin que tu cabezita tenga que preocuparse o sufrir, recuerda: Nadie se ha molestado a hablar del asunto. ¿Por qué será?

¿Crees que no vas a tener que decidir eso porque el Estado español será amable y no tendrá ningún problema en aceptar que el 100% de la población catalana siga manteniendo la nacionalidad española porque, mira, son así de majos? ¿Crees que aceptarán que el 51% decida que el 100% de Cataluña se largue y que, a la vez, todos mantendrán la antigua nacionalidad por la cara? Algo que nunca dejará de sorprenderme es que detrás del independentista catalán, por mucha palabrería de épica y guerra de 300 años, hay alguien muy cobarde. Renunciar a la antigua nacionalidad es lo MÍNIMO si de verdad eres un patriota de la nueva nación. Es como si en verdad detrás del nacionalismo no hubiera más que egoísmo por no querer enviar impuestos fuera… Nah, eso no puede ser.

¿Cuántas veces has escuchado a algún político comentar este tema? Yo nunca. A que “¿Deseo o no ser extranjero en esta tierra?” no suena igual que “Los catalanes tenemos Derecho a Decidir democráticamente?” Ese es el poder de escoger las palabras adecuadas. Cualquier cosa puede parecer festiva y democrática si se eligen las palabras exactas. La primera implica una cadena de posteriores decisiones y consecuencias, la segunda es como votar a tu cantante favorito en Eurovisión.

Esto tiene implicaciones importantes, siendo las jurídicas las que menos me interesan ahora mismo. Las ideológicas, culturales, políticas y demográficas son las que más me interesan. ¿Qué ocurrirá en el nuevo país cuando un 20%, 30%, o más de sus residentes no quieran aceptar la nueva nacionalidad porque se les obligue a escoger? Al fin y al cabo, si votaron que NO al referéndum, y teniendo en cuenta que la doble nacionalidad no tiene por qué ser algo automático, en consecuencia tampoco deberían querer el nuevo DNI-CAT. Algunos se resignarán a la nueva situación, pero supón que los convencidos, los que fueron a votar que No con mayúsculas, se niegan a ser ciudadanos del nuevo país (están en su derecho y es la consecuencia lógica de votar NO). ¿Dónde está tu “País de Tots” ahora? El objetivo del nacionalismo no es votar el País de Tots, es definir ese “Tots”, quién formará parte de la nueva totalidad.

Obviaremos por un momento el cachondeo de un país con el 30% de la población extranjera. Me centraré en lo inevitable: la configuración parlamentaria y demográfica. El día -1 antes de la independencia el Parlamento estaba compuesto casi por un 50/50 sobre el tema de la independencia, pero al día +1 post independencia, tras la no aceptación de nacionalidad de una parte de los perdedores, tenemos un parlamento 75/25 (por decir algo) a favor de la independencia. ¿Cuántos votantes del PP o de Ciudadanos creéis que aceptarán la nueva nacionalidad… y para qué? La nueva demos parlamentaria estará sesgada y no tendrán ninguna posibilidad de votar lo que ya de por si es absudo, regresar al país del que te has ido. Si Cataluña se va, no hay marcha atrás. Para los partidarios de la independencia un Proceso Nacionalista es un intento más de proseguir la guerra de desgaste, siempre puede volver a intentarlo más tarde, pero para los contrarios bien puede ser una batalla existencial. Es increíble que tanga gente se haya tragado el relato de “únicamente es votar, da igual si sí o no”. Es casi como si la gente ni tan siquiera se ha puesto a pensar sobre el tema y únicamente repiten lo que se dice por televisión… Nah, otra cosa será.

Teniendo en cuenta esa nueva composición parlamentaria, ¿quién se molestaría a representar esa nueva población extranjera que hasta hace dos días había vivido como ciudadanos durante décadas? Fijaos que ese inmenso cambio se justifica, únicamente, porque en una votación durante UN DÍA, en el pico del ascenso independentista tras décadas en minoría absoluta, se consigue rozar el 51%. Lo que más me sorprende es que haya algún político nacionalista que QUIERA gobernar algo así. O no han pensado mucho sobre el tema (lo que da miedo) o sí han pensado y aun así les parece bien (lo que da más miedo aún).

Tercero, la división pasaría por dentro de casi todas las familias. Yo, por ejemplo, no aceptaría la nueva nacionalidad, no tanto por identidad como porque o las cosas se hace bien o no se hacen (y “El Procés”, de bien hecho, nada) pero otros miembros de mi familia cercana sí la aceptarían. Y cuando digo que no la aceptaría es que NO la acepto y NADIE puede obligarme a aceptarla. “El Derecho a Decidir no divide a los catalanes, únicamente les une pues la democracia une”. ¿Cómo puede unir algo cuya decisión final es precisamente la de dividir la demos, el cuerpo electoral, la ciudadanía? ¿Cómo puede alguien decir eso sin que se le caiga la cara de vergüenza si es negar justamente el elemento básico de la decisión en juego? ¿Es que realmente no se han puesto a pensar sobre lo que ocurrirá cuando pierdan los del No? Y, por cierto, nada que ver cuando pierde el Sí, como ha demostrado Escocia y Canadá: No ocurre nada, y al día siguiente están haciendo presión para convocar OTRO referéndum más. Hasta que ganen.

 El problema está en que lo que se decide no es la creación de un nuevo país, o no únicamente eso. Lo que se decide es la constitución de la demos, la unidad colectiva de decisión. Es una decisión en cadena con muchas más detrás, sobre la misma naturaleza del cuerpo electoral, de quién será ciudadano y quién no. Es decir, es una decisión sobre TODA futura decisión del cuerpo político. El “Derecho a Decidir” únicamente abre la caja de Pandora para que tal decisión sea concebible y, no únicamente moral, sino imperativa bajo amenaza de ser condenado como persona inmoral y antidemócrata. Así, quien se niegue a ello o muestre reticencias es peor que un ISIS de Hitlers y se le puede tachar de todo.

No, no es lo mismo decidir si se quitan los toros (que, de todos modos, luego se podrán volver a poner), lo que lo hace la demos intacta, que aceptar la creación de una nueva nacionalidad. El referéndum, siendo generosos, únicamente DECIDE la legitimidad de esa decisión, pero no DECIDE la última decisión final, que es tuya, personal, y te afectará para el resto de tu vida. De hecho, seguramente también afectará a tus hijos.

Al principio del artículo comenté que “La decisión no acaba aquí; de hecho en la siguiente decisión se muestra el deseo real del nacionalismo.” Lo que he ido comentando es el deseo real del nacionalismo. Que el país sea suyo, pasar del 20% estable durante décadas al 49-51% de un año para forzar una votación y formar un nuevo país, que dominarán con una representación al 70-80%.

Ahora bien, si fuerzas una decisión en una “Revolución de las Sonrisas enmarcada en el Derecho a Decidir Democráticamente”, que legitime la creación de una nueva nación, fuerzas otra decisión: el autoexilio de una parte de los perdedores, que seguramente serán los más motivados y convencidos (gran parte de los políticos, intelectuales unionistas). Cuando estos pesados estén fuera, todo el nuevo país será tuyo por renuncia del otro bando. La misma situación, por supuesto, no ocurre a la inversa: el independentismo no estaba autoexiliado ni amenazado de muerte cuando era el 20% de la población. Pero en fin, esa incapacidad para ver que la decisión nacionalista es asimétrica es una de las estupideces más de este Procés.

Naturalmente, una vez el país sea tuyo no habrá oposición al proceso de nacionalizar. La escuela, la lengua, la cultura, las instituciones, etc. Si con los poderes de una autonomía éstas ya se habían conquistado, imagínate cuando se tenga el poder de un Estado con una mayoría absoluta permanente que incluso pueda constantemente reformar su propia nueva constitución en el eje nacionalista. Pero por supuesto, tú puedes seguir creyendo que esto es únicamente una votación para dar nuestra opinión y mostrar nuestros sentimientos, que todas las opciones valen lo mismo, que no se está forzando nada, que no hay división social y que el Procés no la creará. También puedes creer que la Tierra es plana.

7 thoughts on “Decidir y nacionalismo

  1. Reblogged this on Cita Falsa and commented:
    Mi amigo emperorponders ha publicado una entrada de imprescindible lectura: DECIDIR Y NACIONALISMO
    La podéis leer en su blog The Frisky Pagan y es de una brillantez extraordinaria.

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  2. Juanmari

    Magnífico, empático y desolador post. Creo que muestra una vertiente moral del proceso que nunca ha entrado en el debate en su única forma real que no es la de los derechos de los pueblos sino el ámbito de las decisiones individuales. Si realmente es moral obligar a elegir entre identidades que, hasta ahora, siempre se han compatibilizado o han convivido con normalidad.

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    1. Gracias. Es verdad, nos perdemos tanto en nuestra retórico, con los pueblos decididiendo (y “Un solo pueblo”) que olvidamos que al final siempre está el individuo. Por no hablar de que esto del Proceso es una cadena de decisiones, no todas votadas a referéndum, algunas difíciles de tragar, etc. Pero claro, únicamente se habla de una, de la que queda bonito: el referéndum.

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  3. Lo he vuelto a leer. Allen Buchanan, el autor del libro “Secesión”, en que se plantea un montón de cuestiones filosóficas y morales justificativas de la separación (pelín aburrido, por cierto), querría haber escrito un artículo tan acertado.
    Estoy muy de acuerdo con que si no se lo ha planteado nadie, da miedo. Y si se lo ha planteado, todavía más.
    Que yo sepa, y muy superficialmente, lo han comentado Javier Solana o Francisco Rubio Llorente. Con esta seriedad y agudeza de planteamiento, nadie.

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    1. Gracias. Seguramente en unos días escribiré una continuación y creo que te gustará, por aquello del “relato”. Todos (y cuando digo todos es todos) nos hemos perdido mucho en la retórico y nuestros propios mundos mentales (que, en la mayoría de casos no son tan nuestros como del oponente -y él a saber de dónde lo ha sacado-). Y claro, al final ocurre algo así, se recuerda algo (creo) bastante obvio y parece que uno ha descubierto la piedra filosofal.

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  4. Pingback: Sobre escoger y decidir. | The Frisky Pagan

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